Cultura Ambiental
domingo, 6 de noviembre de 2011
SOCIEDAD PRIMITIVA AGRICOLA, INDUSTRIAL Y CONTEMPORANEO
Cultura primitiva es un término antropológico desfasado (de la antropología clásica más que de la posterior antropología cultural), que se aplicaba para designar a la cultura que careciera de los principales signos de desarrollo económico y modernidad. Es utilizado habitualmente en plural (culturas primitivas). También se utilizan los términos sociedades primitivas y pueblos primitivos, que habitualmente se asocian a los pueblos indígenas. Se asocia su uso con el del término Hombre primitivo, es decir el de las culturas primitivas actuales o del pasado reciente, pero también el hombre prehistórico (homínidos antepasados del ser humano actual, y el hombre actual durante la Prehistoria).
Las carencias señaladas en las culturas primitivas solían incluir la de la escritura o la de una tecnología avanzada, y determinar una población limitada y aislada. El término se utilizaba por los académicos occidentales para describir las culturas exóticas que entraban en contacto con los exploradores y colonizadores europeos.
Primitive culture fue el título la obra principal de Edward Tylor, el fundador de la antropología, en el que define su religión como animismo, que a su vez define por referencia a los indígenas contemporáneos y otros datos religiosos, como la creencia en espíritus. Otra característica definitoria de las culturas primitivas es una mayor cantidad de tiempo de ocio que en las sociedades complejas (civilizaciones), más caracterizadas por el trabajo.[1]
Muchos de los primeros sociólogos y otros autores concebían las culturas primitivas bajo el mito del buen salvaje, creyendo que su carencia de tecnología y su no integración en lo que hoy se denomina economía-mundo les convertían en ejemplos ideales de la forma de vida humana más apropiada al estado de naturaleza. Entre estos pensadores estuvo Jean-Jacques Rousseau, a quien se suele asociar frecuentemente con la idea del buen salvaje, por su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres; y Karl Polanyi, quien, en La Gran Transformación entendía la organización económica de las sociedades primitivas como menos destructiva que la economía de mercado. La creencia en las culturas primitivas como ideales se suele definir como primitivismo; siendo derivaciones de esta concepción teórica el comunismo primitivo y el anarco-primitivismo.
Muchos de estos autores (y algunos posteriores, proyectándose esta creencia incluso en la actualidad) asumen que los pueblos indígenas contemporáneos y sus culturas son comparables con los humanos primitivos y las suyas. La palabra "primitivo" proviene del latín primus (el primero); los antropólogos de la era victoriana creían que las denominadas culturas primitivas contemporáneas se habían preservado en un estado sin cambios desde la Edad de Piedra (paleolítico o neolítico, según hubieran desarrollado o no una economía agrícola y/o ganadera).
Las sociedades primitivas existen como una organización con una división del trabajo poco avanzada. La forma social de la vida se expresa a través del concepto de la solidaridad mecánica, la cual se basa en criterios de diferenciación tales como: edad, experiencia y sexo. En las sociedades primitivas existe una organización de tribus y clanes. La solidaridad de tales sociedades exige la adaptación al colectivo por parte del individuo. El individuo está sometido al control de la conciencia colectiva y puede desarrollar su individualidad siempre y cuando coincida con el mandato del colectivo.[2]
La falsedad de esta premisa suele argumentarse con la opuesta idea de que las bandas de cazadores-recolectores pueden tener tanta innovación acumulada como las culturas civilizadas "modernas". Las diferencias radicarían principalmente en la innovación cultural de los cazadores-recolectores o de los grupos de agricultura itinerante en los ámbitos ceremoniales, arte, creencias, rituales y tradiciones que normalmente no dejan testimonio físico (artefactos, herramientas o armas). La premisa según la cual las bandas de cazadores-recolectores y las tribus de agricultura itinerante tendrían más en común de lo que ambas tienen con las sociedades más complejas (urbanas o civilizadas) también es negada por muchos arqueólogos modernos. Según estos, un examen detallado de las diferencias culturales mostraría que estos tipos de culturas son tan diferentes entre sí como lo son de las culturas urbanas o civilizaciones.
Las sociedades primitivas, como las sociedades rudimentarias de épocas posteriores, no centran su atención en los aspectos económicos, planteándolos de forma sencilla, y clasificando a sus miembros no por su capacidad económica, sino por el "valor" y las "proezas", resumidas en la capacidad de matar (hombres en la guerra o animales en la caza).[3]
Aunque la creencia en el mito del buen salvaje no ha desaparecido, describir una cultura como primitiva se suele considerar políticamente incorrecto y ofensivo. El uso del término, especialmente en entornos académicos, se ha hecho muy escaso.
Las carencias señaladas en las culturas primitivas solían incluir la de la escritura o la de una tecnología avanzada, y determinar una población limitada y aislada. El término se utilizaba por los académicos occidentales para describir las culturas exóticas que entraban en contacto con los exploradores y colonizadores europeos.
Primitive culture fue el título la obra principal de Edward Tylor, el fundador de la antropología, en el que define su religión como animismo, que a su vez define por referencia a los indígenas contemporáneos y otros datos religiosos, como la creencia en espíritus. Otra característica definitoria de las culturas primitivas es una mayor cantidad de tiempo de ocio que en las sociedades complejas (civilizaciones), más caracterizadas por el trabajo.[1]
Muchos de los primeros sociólogos y otros autores concebían las culturas primitivas bajo el mito del buen salvaje, creyendo que su carencia de tecnología y su no integración en lo que hoy se denomina economía-mundo les convertían en ejemplos ideales de la forma de vida humana más apropiada al estado de naturaleza. Entre estos pensadores estuvo Jean-Jacques Rousseau, a quien se suele asociar frecuentemente con la idea del buen salvaje, por su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres; y Karl Polanyi, quien, en La Gran Transformación entendía la organización económica de las sociedades primitivas como menos destructiva que la economía de mercado. La creencia en las culturas primitivas como ideales se suele definir como primitivismo; siendo derivaciones de esta concepción teórica el comunismo primitivo y el anarco-primitivismo.
Muchos de estos autores (y algunos posteriores, proyectándose esta creencia incluso en la actualidad) asumen que los pueblos indígenas contemporáneos y sus culturas son comparables con los humanos primitivos y las suyas. La palabra "primitivo" proviene del latín primus (el primero); los antropólogos de la era victoriana creían que las denominadas culturas primitivas contemporáneas se habían preservado en un estado sin cambios desde la Edad de Piedra (paleolítico o neolítico, según hubieran desarrollado o no una economía agrícola y/o ganadera).
Las sociedades primitivas existen como una organización con una división del trabajo poco avanzada. La forma social de la vida se expresa a través del concepto de la solidaridad mecánica, la cual se basa en criterios de diferenciación tales como: edad, experiencia y sexo. En las sociedades primitivas existe una organización de tribus y clanes. La solidaridad de tales sociedades exige la adaptación al colectivo por parte del individuo. El individuo está sometido al control de la conciencia colectiva y puede desarrollar su individualidad siempre y cuando coincida con el mandato del colectivo.[2]
La falsedad de esta premisa suele argumentarse con la opuesta idea de que las bandas de cazadores-recolectores pueden tener tanta innovación acumulada como las culturas civilizadas "modernas". Las diferencias radicarían principalmente en la innovación cultural de los cazadores-recolectores o de los grupos de agricultura itinerante en los ámbitos ceremoniales, arte, creencias, rituales y tradiciones que normalmente no dejan testimonio físico (artefactos, herramientas o armas). La premisa según la cual las bandas de cazadores-recolectores y las tribus de agricultura itinerante tendrían más en común de lo que ambas tienen con las sociedades más complejas (urbanas o civilizadas) también es negada por muchos arqueólogos modernos. Según estos, un examen detallado de las diferencias culturales mostraría que estos tipos de culturas son tan diferentes entre sí como lo son de las culturas urbanas o civilizaciones.
Las sociedades primitivas, como las sociedades rudimentarias de épocas posteriores, no centran su atención en los aspectos económicos, planteándolos de forma sencilla, y clasificando a sus miembros no por su capacidad económica, sino por el "valor" y las "proezas", resumidas en la capacidad de matar (hombres en la guerra o animales en la caza).[3]
Aunque la creencia en el mito del buen salvaje no ha desaparecido, describir una cultura como primitiva se suele considerar políticamente incorrecto y ofensivo. El uso del término, especialmente en entornos académicos, se ha hecho muy escaso.
CONCEPTUALIZACIÓN FILOSOFICA Y EPISTEMOLOGIA SOBRE EN EL AMBIENTE
Filósofo francés, nació en 1798, en Montpellier y murió en 1857, en París. Fundador de la escuela positivista. Comte comenzó siendo matemático racionalista que había heredado del enciclopedismo francés. La aversión a las especulaciones metafísicas y a la búsqueda de las causas primeras, permitió concebir al mundo como un sistema rigurosamente sometido a leyes, y quiso hacer de la ciencia una religión.
A partir de Descartes, el mundo de los fenómenos exteriores había comenzado a ser objeto de una rigurosa disciplina científica; pero el mundo del hombre mismo y de las relaciones con sus semejantes seguía abandonado a las especulaciones metafísicas y teológicas. Comte se propuso hacer comprender que hay leyes tan precisas para la evolución de la especie humana como para la caída de una piedra. Era necesario, pues, proceder al estudio de todos los hechos, prescindiendo de las causas primeras y las causas finales. En esa forma se daría a una tercera etapa del desarrollo del pensamiento humano. La primera había sido la teología; la segunda la metafísica recurría a nociones abstractas, olvidando la realidad misma de los hechos; la tercera la positiva, superaría esos dos estadíos, y daría a los hombres el conocimiento científico de los hechos (Reale & Antiseri, 1989).
El curso de filosofía positiva se proponía estudiar la índole de las ciencias teórica abstractas, clasificadas en este orden: matemática, astronomía, física, química, biología, sociología. Era un orden cronológico, de generalidad decreciente y de complicación creciente; cada una de ellas exigía la anterior. Se advertía de ese orden un progreso, nociones que según Comte la antigüedad había considerado inconciliables y que la civilización moderna ha convertido en condiciones de todo sistema, en particular político; esa es la única manera de superar en todos los órdenes la anarquía (negadora del orden) y la reacción (negadora del progreso).
Esas dos nociones que constituyen el lema del positivismo, traducen los aspectos estático y dinámico de todos los hechos, esos dos tipos de leyes también rigen para la humanidad, ésta última solo existe en la razón de sus miembros, si se le considera estáticamente. Pero si se le considera dinámicamente, el individuo aislado es una simple abstracción, considerado desde este segundo punto de vista, el hombre no es hombre sino por la humanidad, y a ésta debe sus pensamientos, sus sentimientos, su lenguaje.
Hay una estática social y una dinámica social, que son como la anatomía y la fisiología de los seres vivos. Todos los individuos convergen hacia la humanidad y realizan así la unidad del espíritu, como las ciencias convergen hacia la sociología y realizan así la unidad del conocimiento. De ese modo se ve que las ciencias, como los individuos, deben coordinarse en vistas a la universalidad, y servir de fundamento a la moral, a la política, a la religión. De ese modo el principio de egoísmo se transforma en el altruismo que en la etapa positiva ha de regir todas las relaciones humanas. La humanidad misma se convierte en "el gran ser" en que los hombres se sienten realizados plenamente, y donde realizan su inmortalidad, entendida no como supervivencia física, objetiva, sino como supervivencia espiritual y subjetiva en el recuerdo y la gratitud de la posteridad. La religión positiva carecerá de un Dios creador y trascendente, y su iglesia tendrá un culto que será el de la humanidad misma. Los grandes hombres recibirán el culto que su participación en el progreso, y la humanidad tendrá sus propias fiestas y se creará en el nuevo calendario que exprese la realidad del progreso cumplido a través de los siglos (Reale & Antiseri, 1989).
La última etapa del positivismo tiene fuertes tintes religiosos, y se expresa en un lenguaje semejante al de la teología. Los métodos del positivismo estarán en auge hasta bien entrado el siglo XX; los sistemas educativos estuvieron regidos, en Europa y en América, por el positivismo.
Comte, experimentando la necesidad de una regeneración universal, política y filosófica al mismo tiempo, bajo la inspiración constante de una gran ley relativa al conjunto de la evolución humana, individual y colectiva: la ley de los tres estadios, según la cual la humanidad, al igual que el alma de los individuos humanos, atraviesa tres etapas que son:
Estadío teológico: Los fenómenos son vistos como, "Productos de la acción directa y continua de agentes sobrenaturales, mas o menos numerosos para la evolución vital de los individuos".
(Todos los hombres son teólogos en su infancia).
Estadío metafísico: Las ideas o las fuerzas abstractas, son las que explican los fenómenos.
( Los cuerpos se unirían gracias a la simpatía; las plantas crecerían con motivo de la presencia del alma vegetativa). Todos los individuos son metafísicos en su juventud.
Estadío positivo: El espíritu humano, admitiendo la posibilidad de conseguir absolutos, renuncia a interrogarse sobre cual es el origen y destino del universo.
Cuales son las causas intimas de los fenómenos. Solo busca descubrir mediante el uso bien concertado del razonamiento y de la observación, sus leyes efectivas, es decir sus invariables relaciones de sucesión y semejanza. Se presenta éste estadío en la edad adulta.
El positivismo es toda una escuela de filósofos, ha negado la legitimidad de la filosofía, al menos como ciencia independiente: fueron estos los positivistas. Su punto de partida era el siguiente: la ciencia existe y logra sus fines, las diferentes ciencias van adquiriendo, sucesivamente, su independencia.
Según Agusto Comte, fundador del positivismo, toda evolución del espíritu humano logra alcanzar una fase que el llama estado positivo o científico; en el que el espíritu intenta explicar los fenómenos relacionados con otros hechos: "toda proporción que no pueda, finalmente reducirse a un hecho particular o ley general, debe considerarse ininteligible".
En consecuencia: todo conocimiento verdadero es de orden científico, pero por otra parte, existen ciertas cuestiones, las de origen o naturaleza, que la ciencia por su carácter mismo, no está en condiciones de abordar; todo lo que está por fuera del conocimiento científico se considera "incognoscible". No quiere esto decir que, en semejante sistema, no exista lugar para la filosofía. Para Augusto Comte, la filosofía es también una filosofía científica, dada la abundancia de hechos objeto de estudio, los investigadores están hoy obligados a especializarse. Ello puede tener una consecuencia lamentable: la de que llegue a predominar en la ciencia del espíritu de especialización, y ello sea causa de un excesivo fraccionamiento, perjudicial al conocimiento del conocimiento. En éste estado de cosas, el papel de la filosofía sería, precisamente, mantener la unidad, y coordinar los resultados de los diferentes estudios científicos. La filosofía no se diferencia de la ciencia mas que por la generalidad de sus explicaciones, o dicho de otra forma, según la propia definición de Spencer, en éste aspecto discípulo de Augusto Comte: "la ciencia está constituida de verdades, que existen más o menos separadamente, y no conoce su integración... el conocimiento de especies inferiores es el conocimiento no unificado; la ciencia es el conocimiento parcialmente unificado; la filosofía es el conocimiento completamente unificado".
A partir de Descartes, el mundo de los fenómenos exteriores había comenzado a ser objeto de una rigurosa disciplina científica; pero el mundo del hombre mismo y de las relaciones con sus semejantes seguía abandonado a las especulaciones metafísicas y teológicas. Comte se propuso hacer comprender que hay leyes tan precisas para la evolución de la especie humana como para la caída de una piedra. Era necesario, pues, proceder al estudio de todos los hechos, prescindiendo de las causas primeras y las causas finales. En esa forma se daría a una tercera etapa del desarrollo del pensamiento humano. La primera había sido la teología; la segunda la metafísica recurría a nociones abstractas, olvidando la realidad misma de los hechos; la tercera la positiva, superaría esos dos estadíos, y daría a los hombres el conocimiento científico de los hechos (Reale & Antiseri, 1989).
El curso de filosofía positiva se proponía estudiar la índole de las ciencias teórica abstractas, clasificadas en este orden: matemática, astronomía, física, química, biología, sociología. Era un orden cronológico, de generalidad decreciente y de complicación creciente; cada una de ellas exigía la anterior. Se advertía de ese orden un progreso, nociones que según Comte la antigüedad había considerado inconciliables y que la civilización moderna ha convertido en condiciones de todo sistema, en particular político; esa es la única manera de superar en todos los órdenes la anarquía (negadora del orden) y la reacción (negadora del progreso).
Esas dos nociones que constituyen el lema del positivismo, traducen los aspectos estático y dinámico de todos los hechos, esos dos tipos de leyes también rigen para la humanidad, ésta última solo existe en la razón de sus miembros, si se le considera estáticamente. Pero si se le considera dinámicamente, el individuo aislado es una simple abstracción, considerado desde este segundo punto de vista, el hombre no es hombre sino por la humanidad, y a ésta debe sus pensamientos, sus sentimientos, su lenguaje.
Hay una estática social y una dinámica social, que son como la anatomía y la fisiología de los seres vivos. Todos los individuos convergen hacia la humanidad y realizan así la unidad del espíritu, como las ciencias convergen hacia la sociología y realizan así la unidad del conocimiento. De ese modo se ve que las ciencias, como los individuos, deben coordinarse en vistas a la universalidad, y servir de fundamento a la moral, a la política, a la religión. De ese modo el principio de egoísmo se transforma en el altruismo que en la etapa positiva ha de regir todas las relaciones humanas. La humanidad misma se convierte en "el gran ser" en que los hombres se sienten realizados plenamente, y donde realizan su inmortalidad, entendida no como supervivencia física, objetiva, sino como supervivencia espiritual y subjetiva en el recuerdo y la gratitud de la posteridad. La religión positiva carecerá de un Dios creador y trascendente, y su iglesia tendrá un culto que será el de la humanidad misma. Los grandes hombres recibirán el culto que su participación en el progreso, y la humanidad tendrá sus propias fiestas y se creará en el nuevo calendario que exprese la realidad del progreso cumplido a través de los siglos (Reale & Antiseri, 1989).
La última etapa del positivismo tiene fuertes tintes religiosos, y se expresa en un lenguaje semejante al de la teología. Los métodos del positivismo estarán en auge hasta bien entrado el siglo XX; los sistemas educativos estuvieron regidos, en Europa y en América, por el positivismo.
Comte, experimentando la necesidad de una regeneración universal, política y filosófica al mismo tiempo, bajo la inspiración constante de una gran ley relativa al conjunto de la evolución humana, individual y colectiva: la ley de los tres estadios, según la cual la humanidad, al igual que el alma de los individuos humanos, atraviesa tres etapas que son:
Estadío teológico: Los fenómenos son vistos como, "Productos de la acción directa y continua de agentes sobrenaturales, mas o menos numerosos para la evolución vital de los individuos".
(Todos los hombres son teólogos en su infancia).
Estadío metafísico: Las ideas o las fuerzas abstractas, son las que explican los fenómenos.
( Los cuerpos se unirían gracias a la simpatía; las plantas crecerían con motivo de la presencia del alma vegetativa). Todos los individuos son metafísicos en su juventud.
Estadío positivo: El espíritu humano, admitiendo la posibilidad de conseguir absolutos, renuncia a interrogarse sobre cual es el origen y destino del universo.
Cuales son las causas intimas de los fenómenos. Solo busca descubrir mediante el uso bien concertado del razonamiento y de la observación, sus leyes efectivas, es decir sus invariables relaciones de sucesión y semejanza. Se presenta éste estadío en la edad adulta.
El positivismo es toda una escuela de filósofos, ha negado la legitimidad de la filosofía, al menos como ciencia independiente: fueron estos los positivistas. Su punto de partida era el siguiente: la ciencia existe y logra sus fines, las diferentes ciencias van adquiriendo, sucesivamente, su independencia.
Según Agusto Comte, fundador del positivismo, toda evolución del espíritu humano logra alcanzar una fase que el llama estado positivo o científico; en el que el espíritu intenta explicar los fenómenos relacionados con otros hechos: "toda proporción que no pueda, finalmente reducirse a un hecho particular o ley general, debe considerarse ininteligible".
En consecuencia: todo conocimiento verdadero es de orden científico, pero por otra parte, existen ciertas cuestiones, las de origen o naturaleza, que la ciencia por su carácter mismo, no está en condiciones de abordar; todo lo que está por fuera del conocimiento científico se considera "incognoscible". No quiere esto decir que, en semejante sistema, no exista lugar para la filosofía. Para Augusto Comte, la filosofía es también una filosofía científica, dada la abundancia de hechos objeto de estudio, los investigadores están hoy obligados a especializarse. Ello puede tener una consecuencia lamentable: la de que llegue a predominar en la ciencia del espíritu de especialización, y ello sea causa de un excesivo fraccionamiento, perjudicial al conocimiento del conocimiento. En éste estado de cosas, el papel de la filosofía sería, precisamente, mantener la unidad, y coordinar los resultados de los diferentes estudios científicos. La filosofía no se diferencia de la ciencia mas que por la generalidad de sus explicaciones, o dicho de otra forma, según la propia definición de Spencer, en éste aspecto discípulo de Augusto Comte: "la ciencia está constituida de verdades, que existen más o menos separadamente, y no conoce su integración... el conocimiento de especies inferiores es el conocimiento no unificado; la ciencia es el conocimiento parcialmente unificado; la filosofía es el conocimiento completamente unificado".
EVOLUCIÓN HUMANA Y CIVILIZACIÓN
Se calcula que hace 180 millones de años, cuando aún dominaban los reptiles el planeta, aparecieron los primeros mamíferos sobre la Tierra. La multitud de especies de mamíferos que comenzaron a desarrollarse a partir de entonces eran muy diferentes a las que actualmente conocemos y muchas de ellas han desaparecido por completo.
Las cerca de 5 mil especies de mamíferos conocidos en la actualidad se agrupan en órdenes, como son: cetáceos, carnívos, marsupiales, roedores, desdentados, entre otros. De los distintos órdenes, los seres humanos, así como sus ancestros más lejanos, pertenecen al de los primates.
Los primates
Homínidos
Las cerca de 5 mil especies de mamíferos conocidos en la actualidad se agrupan en órdenes, como son: cetáceos, carnívos, marsupiales, roedores, desdentados, entre otros. De los distintos órdenes, los seres humanos, así como sus ancestros más lejanos, pertenecen al de los primates.
Los primates
Para losel punto de inicio de la historia de la humanidad empezó con la aparición de los primates, hace unos 65 millones de años. Los primeros de ellos eran unos pequeños seres que empezaron a vivir en los árboles en lugar de permanecer en el suelo, como la mayoría de los mamíferos. Entre las especies que pertenecen a los primates están, además del ser humano,
los simios, monos y musarañas. Durante su desarrollo evolutivo, estos primates se hicieron de ciertos rasgos especiales: buena visión, manos con las que se pueden sujetar firmemente objetos y un cerebro relativamente grande.
Por pertenecer a la misma familia, las diferentes especies de primates, en especial monos y simios, guardan similitud con el ser humano. Según algunos estudiosos, el último ancestro común entre el ser humano y el chimpancé, nuestro primo más cercano, existió hace 6 ó 7 millones de años. Después de esta separación apareció el primer, el llamado Australopithecus, que posteriormente dio lugar al Homo habilis, el primer especímen del género Homo, al que pertenecemos los seres humanos modernos.
Los cambios en la biología de los primates que desembocaron en los primeros homínidos se dieron en África: en el Este y en el Sur. El cañon de Olduvai, en Tanzania, el noreste de Africa, es uno de los lugares donde se han encontrado los fósiles más antiguos que aportan datos sobre la historia evolutiva del ser humano.
Homínidos
Los límites que señalen el comienzo y el final de los distintos homínidos no son exactos, se calcula que aparecieron hace 4.5 millones de años y se extinguieron hace unos 2 millones de años. Durante mucho tiempo debieron coexistir diferentes tipos, y el final de una especie se entremezcló con las generaciones de otra en el transcurso de miles de años.
Los científicos distinguen entre varias especies de homínidos. Todos ellos comparten algunas características básicas:
Pueden mantenerse erguidos y caminar en dos pies
Tienen un cerebro relativamente grande en relación con el de los monos
Su mano tiene un dedo pulgar desarrollado que les permite manipular objetos.
Homo habilis y Homo erectus |
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